Manejaba rumbo a mi casa; en un semáforo vi a un inválido en su silla de ruedas y me pidió limosna. Sentí unas inmensas ganas de decirle: “Vamos Lázaro, levántate y anda”. Pero al instante me sentí como un verdadero ojete. Aceleré rápido y me fui sin darle un centavo. Nunca le dije nada, y el inválido nunca andó.
6 comentarios:
no, pues qué más queda que salir huyendo de ahí después de pensar tales atrocidades. No manches!
me voy a morir si por alguna extraña razon me identifico con este post?
No manches Yeicko, me reí a carcajadas y me sigo riendo cuando me acuerdo!
a huevo mi duro, qué bueno que todavía te acuerdas.
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