jueves, 24 de marzo de 2016

el terror metafísico estaba servido


me compré unos calzones ajustados porque creí le gustarían a la chica que me late.

además de los suéteres
me puse los susodichos calzones, otros térmicos y, encima de estos, los pantalones:
era invierno.

durante todo el día sufrí
cada vez que me agachaba
cada vez que tenía que levantar algo pesado
cada vez que tenía que amarrarme las agujetas
o recoger una piedra del camino
los calzones se caían en mi parte posterior
con todas las demás capas de ropa.

no importaba lo que hiciera
ni cómo los ajustara
ya fuera con el resorte apretando al calzón térmico o con el resorte apretando al pantalón
o con el cinturón cortándome la circulación sanguínea
la ropa se caía
inevitablemente
de mis caderas.

asumí que la elección de los textiles eran la fuente del problema
(ahora me doy cuenta que no estaba pensando bien)
acepté mi destino y decidí dejar caer los pantalones con libertad resignado
como quien flota en un río y se deja llevar por la marea. muy zen.

al día siguiente, cuando me metí a bañar, descubrí que traía los calzones puestos al revés
o sea que donde generalmente tengo la cabeza traía la cola. de golpe
el terror metafísico estaba servido.

y para mitigarlo
frente a la regadera ponderé durante un segundo eterno las posibilidades sexuales
o filosóficas
del encalzonamiento reverso
y pasó el tiempo
y cayó el agua
y se elevó el vapor
y como no encontré ninguna siquiera interesante
mejor escribí las aquí suscritas.