jueves, 10 de marzo de 2011

El diario de un ojete, entrada número siete

No lo tomé como un mal presagio, pero había un palomilla negra ahogada en el fondo de mi escusado. Sólo para ver si seguía viva y que no habría de volar mientras yo hiciera mis necesidades sólidas, le mee encima. A veces se hundía, otras aleteaba como intentando elevarse. Pero no podía. Las orillas de sus alas se quedaban pegadas al agua formando pequeños arcos.

Se movió una última vez cuando, en círculos concéntricos, se iba quién sabe a dónde junto a mi mierda. Sentí una pizca de remordimiento… por no haber sentido remordimiento. Ni modo, todos estamos a merced de los chubascos; la naturaleza es implacable con cada uno de nosotros. Me pregunto, ¿qué me deparará a mí?

P.D. Al día siguiente, y esto es verídico, que me levanté y fui por primera vez al baño, la palomilla seguía ahí, algo maltratada, pero ahí, muerta.

3 comentarios:

pukirocks dijo...

que muerte mas horrible

Ginko dijo...

jaja que ojete,yo siempre he intuido ciertos poderes místicos de las palomillas negras,asi que aguas con la venganza kármica que te depara mi estimado Yeicko,saludos

armando

Anónimo dijo...

No pos sí, se nota que eres un desmadre. A ver si no te cae PETA, ojete.