La luz de la vela reverbera en la pared laqueada de la puerta de entrada.
Con suntuosidad y sensualidad
el aire se torna asfixiante,
no por opresor
sino por las ideas que me asaltan
y obligan a tomar la pluma
que estos versos escribe
sin saber a dónde llegarán.
Pero mi mente obscena y obsesiva se imagina tu vagina
iluminada por la luz de las bujías.
Mostrando las sombras sugerentes de tus huecos,
las líneas oscuras de tus vellos
y la carne apretada como de moluscos secos,
que pide a gritos la sal de la saliva de una lengua mojada
para abrir el pétalo de tu sexo en oquedad.